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miércoles, febrero 18, 2009

El Origen de los Nombres y Apellidos Dominicanos

Para muchos dominicanos es casi de nulo conocimiento la procedencia de los nombres y apellidos populares que muchos llevamos. A segun nuestra historia todos sabemos que nuestra nacionalidad provino de una gran mezcla entre españoles, franceses, indios y africanos por lo que muchos apellidos que aqui se usan varian de acuerdo a su procedencia dentro de nuestra historia.

Escudriñando un poco en el Archivo General de la Nación, encontré una publicación interesantisima sobre El Libro de Bautismos de los esclavos desde 1636 al 1670 en el cual se puede leer cómo y cuando surgieron los primeros nombres y apellidos que conforman las familias más antiguas de la República Dominicana y conjuntamente con la descripcion de algunos eufemismos descriptivos que se usaban en la época.


El libro expresa claramente las siguientes reseñas historicas:

Los únicos términos, casi inevitables aun con la tolerancia
del sistema, son los de ‘‘un negrito’’ o ‘‘un mulatico’’, cuando
se trata de párvulos, y las consabidas cuasidefiniciones raciales,
como mulato, moreno criollo, negra criolla, grifo o pardo, cuya
connotación cromática ni siquiera llega a reflejar una estructura
social o económica, como ocurriría en la colonia francesa de
Occidente un siglo y medio después. Aparecen así mismo otros
términos de mestizaje, de ningún modo científicos, incluso
entre la población liberta, como ‘‘moreno libre’’ o ‘‘mulata libre’’,
que sin duda se habían introducido ya en el habla común
de la población colonial dominicana del siglo XVII.
Aparecen ya, sin embargo, la procedencia tribal como apellido,
como es el caso de Arará, Angola o Engola, Biafra, Congo,
Mina e incluso Carabalí, aunque es posible que esos casos
provengan de otras islas de las Antillas, en donde no se aceptaba
que los esclavos llevasen apellidos castellanos. En la mayor
parte de los bautismos registrados, la madre lleva el apellido de
los amos, aunque se trate de personajes de cierta prestancia
social, y sobre todo en el caso de las esclavas personales de los
dos conventos femeninos de la colonia.
¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬

Como era de esperarse, todos los nombres impuestos en el
bautismo están exclusivamente sacados del santoral católico, y
demuestran ya una notable variedad. Algunos, sin embargo,
son más frecuentes, como Diego, Domingo, Juan, Francisco,
Joaquín, Jerónimo, Catalina, Felícita, Clara, Petronila, Tomasina
y sobre todo María. Sólo en algunos casos se usan dos nombres,
como Juan Luis, Manuel José, Félix Facundo y Beatriz María.23
Comparándolos con los dados a la población castellana, no hay
diferencia alguna, y por tanto nunca hubo nombres reservados
exclusivamente a la población esclava. Dos novedades se encuentran
en los nombres, que dos o tres siglos más tarde cayeron
en desuso, como María de la O y Luis o Luisa Beltrán. El
primero es en realidad la forma popular de la fiesta de la Expectación
del Parto de María (18 de diciembre), establecida
en España por el X Concilio de Toledo (1656).24 El segundo,
aplicado tanto a hombres como a mujeres, es San Luis Beltrán,
un santo dominico, nacido y muerto en Valencia (1526-1581),
y misionero en Colombia, que no sería canonizado hasta 1671,

22 Precisamente la primera de las actas (24 de abril de 1636), se refiere al
bautizo de la hija de dos libertos, y fruto de matrimonio legítimo: Miguel
de Monterroso y Paula de Urreta. Cfr. ASD. Catedral. Libro de bautismos de
esclavos (1636-1670), f. 1.
23 No deja de ser llamativo que en los nombres propios no se distingue a los
esclavos de los libres, y no existieron, como en otros lugares del Caribe
Hispánico, nombres ‘‘exclusivos’’ de gente blanca y otros sólo apropiados
para los de raza negra.
24 El nombre popular de Santa María de la O se refería a las estrofas de las
vísperas del oficio divino de esa semana anterior a Navidad, que comenzaban
con O, como ‘‘O Sapientia’’, ‘‘O Adonai’’, ‘‘O Emmanuel, veni’’.


¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬

Como sería costumbre establecida sobre todo en años posteriores,
los nombres dependían
en buena parte tanto del gusto de los amos
como de
los párrocos. Por eso, abundarán mucho más Clara o
Francisco
en el caso de las religiosas clarisas, Ignacio y
Francisco Javier en
el caso de los jesuitas, y Domingo o
María del Rosario en el caso
de los dominicos y su rama femenina.
En cuanto al apellido, resulta casi normal que muchos amos
diesen a sus esclavos su mismo apellido. Y cuando tienen un apellido
castellano diverso es porque fue traspasado de amo, y mantiene
el del primero. Lo más frecuente, sin embargo, es que todos
los esclavos personales de las dos comunidades religiosas femeninas
ya citadas, tengan el apellido de sus amas.

Entre los primeros bautizos formalmente registrados estan:

29 [f. 1] Año de 1636

Francisca. En veinticuatro de abril de mil seiscientos treinta

y seis años, bauticé, puse óleo y crisma a Francisca, hija legítima
de Miguel de Monterroso y de Paula de Urreta, libres1; fue su
padrino Fernando Mallarte. Fecho ut supra.2

(fdo.) LUIS MATEOS, PBRO.3

Juan Luis. En veintiocho de abril de mil seiscientos treinta y
seis años, puse óleo y crisma a Juan Luis, que en su casa había
echado agua por necesidad que tuvo, hijo de Esperanza Angola,
esclava de doña Isabel Carrillo; fue su madrina María de la Concepción,
morena libre. Fecho ut supra.

(fdo.) LUIS MATEOS, PBRO.

Mateo. En 13 de mayo de mil seiscientos treinta y seis años, bauticé,
puse óleo y crisma a Mateo Engola, esclavo de Enrique Suero;
fue su padrino Gonzalo Hernández, sacristán. Fecho ut supra.

(fdo.) LUIS MATEOS, PBRO.

1 Casados en 1637, tuvieron tres hijos y Miguel falleció en 1675. Cfr. C.
Larrazábal Blanco, Familias dominicanas V, Santo Domingo, Academia
Dominicana de la Historia, 1978, p. 251.
2 La expresión latina y abreviada fho. o fecho ut supra, que se repite al pie
de todas las actas o partidas antes de la firma, equivale a ‘‘fechado como
arriba’’, es decir, con la misma fecha del encabezado.
3 Luis Mateos de Vallejo, sacerdote desde 1625, cura de la Catedral y fiscal
del Arzobispado desde 1627, y por fin, canónigo racionero desde el 8 de
enero de 1653. Y falleció probablemente a principios de mayo de 1654. Cfr.
C. Larrazábal Blanco, Familias V, p. 120; Fr. Cipriano de Utrera, Noticias
históricas de Santo Domingo VI, Santo Domingo, Fundación Rodríguez
Demorizi, 1983, p. 307; Raymundo González, ‘‘Nónima de los prebendados
del Cabildo de la Iglesia Metropolitana de Santo Domingo. 1629-1697’’,
Santo Domingo, enero 1992, f. 2.



Para ver la publicación completa descarguela aqui

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