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domingo, agosto 24, 2008

Un Admirador Irracional

Siempre ocurre el tipico muchacho que se enamora de una chica tan desesperadamente que hasta se mete a sinvergueza. Asi como dijo Sigmund Freud: "El estar enamorado es un estado de locura", asi mismo le pasa a un personaje del cuento de hoy domingo que nos trae Mario Emilio Perez en su columna Cogiendolo Suave del periodico El Nacional... check it out:

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El admirador irracional

Pocos hombres he conocido tan enamorados de una mujer como aquel amigo con una secretaria de una oficina pública.

Cuando hablaba de ella lo hacía en términos tan elogiosos que sus amigos le daban tijeras a sus espaldas, afirmando que el caballero creía que su amada no estaba sometida a las impostergables e intransferibles necesidades fisiológicas.

Por eso me sentí profundamente apenado cuando la joven me dijo que no le gustaba aquel ardoroso enamorado, y que había entregado su corazón a un exitoso empresario a quien le sobraban los papeles y metales con fuerza liberatoria para el pago de las obligaciones públicas y privadas.

Cuando se celebró el matrimonio de la pretendida de mi amigo con el acaudalado personaje, que había visto caer mucho mayor carga de hojas del calendario que la novia, mi enllave se deprimió de tal forma que hasta habló de suicidarse.

-Dicen que los refranes son expresiones de la sabiduría mundanal, pero no puede aplicarse en mi caso aquello de que no hay mal que por bien no venga, porque este casamiento me ha sumido en el dolor más espantoso. No concibo que nada bueno pueda surgir de este infortunado suceso.

No había transcurrido un año de la unión matrimonial de la damita y el cuarentón portador de billetes de alta denominación, cuando comenzaron a esparcirse rumores acerca de las actividades cuerniles de aquella, y que culminaron en divorcio.

Con la finalidad de aplicarle un bálsamo consolador al despechado admirador de la infiel, un grupo de sus amigos nos reunimos con él para hablarle acerca de la afrenta a su honor de la cual se había librado.

-No me he librado de nada, porque si me hubiera casado con ella y me era infiel, no me habría divorciado como hizo el estúpido de su ex marido. Hoy no llevo la vergüenza de los cuernos, pero carezco de la felicidad con ella, aún fuera compartiéndola con otro hombre afortunado.

No surgió de inmediato ningún argumento para rebatir su exposición, por lo que hubo acuerdo tácito para cambiar de tema.


Por MARIO EMILIO PEREZ
(Sociólogo y escritor dominicano)
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