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Un País al Azar
Erase que se era un pueblo contradictorio, contradicho y contrahecho, derrochador, mal organizado, desinstitucionalizado, desobligado, mala paga y mal cobrador, pobretón y suntuoso, gozón, dicharachero, desparpajado, medalaganario, crédulo, pendejo, engañado y engañable (aunque a veces rebelde y jodón).
Erase que se era, un país donde los gobernantes, encantadores de serpientes y hábiles titiriteros hablaban de progreso sostenible, autopistas de la información, globalización de las ideas, competitividad mundial, parques cibernéticos, puentes, túneles y grandes avenidas (ante un pueblo demasiado paciente y conservador).
Erase que se era, un Estado con leyes que ninguna autoridad cumplía ni hacia cumplir, con planes de desarrollo que nadie desarrollaba; con acuerdos sectoriales que nunca se ejecutaban; con prioridades nacionales que no se atendían; con promesas electorales que muy pronto se olvidaban y con reformas que siempre se envilecían (aunque algunos ilusos insistían en que todo eso algún día cambiaria).
Erase que se era, que en ese país las esperanzas reinvidicativas de sus mayorias dependían de un billete de lotería, de un fracatán, un palé, una tripleta, un palo al acumulado de la loto, el resultado de los juegos de Grandes Ligas, la hazaña de un giganton de la NBA y hasta de un partido de hockey que se desarrollaba en Canada.
Erase que se era, en fin, un país en el que sus gobiernos, en vez de estimular la vocación de trabajo de la gente, auspiciaban irresponsablemente el juego de azar en más de 40 mil casas de apuestas en toda la geografia nacional, ante la mirada indiferente de sus lideres sociales, políticos vanguardistas, santones moralistas y críticos de todos los espacios de la realidad.
Y así sucedió que ese país se envileció en la vagancia y todo futuro provechoso poco a poco se extinguió.
Por: Ramón Colombo
(Periodista del Semanario Clave)
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