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Desde los años de la década del cincuenta, y siendo apenas un adolescente mi amigo era conocido por su obsesión con el sexo.
Recuerdo que andaba con revistas de la época, y en las que aparecían mujeres con escasa ropa, o totalmente desnudas.
Se jactaba de que sus novias tenían que aceptar tocamientos en zonas prohibidas de su cuerpo, porque en caso contrario ponía fin al romance.
Sus noviazgos eran de escasa duración, debido a que la mayoría de las jóvenes de entonces eran inhibidas en materia puteril por los tabúes y prejuicios sexuales imperantes.
Tuvo la suerte de contraer matrimonio con una muchacha de padres con carga aurífera, y con fama de honesta, por lo que su se abstuvo durante un tiempo de mostrar su afición por la pornografía.
Un día me dijo que estaba en el borde de la locura por la ausencia en el hogar de revistas y vídeos para adultos, y que en cualquier momento llevaría a la casa algunas muestras de su vieja afición.
No había transcurrido un mes desde que me informó su decisión, cuando me visitó mostrando un semblante donde se mezclaban la preocupación y la ira.
-Llevé unos vídeos para adultos sin informárselo a mi esposa, porque conozco sus ñoñerías, y estaba disfrutando en el televisor del aposento de una película de sexo cuando entró ella- dijo, golpeando alternativamente las palmas de sus manos con la opuesta convertida en puño.
- ¿Cómo reaccionó?- pregunté.
-Comenzó a gritar que estaba casada con un aberrado sexual, y pedía a los vecinos que la libraran de ese monstruo. Salí corriendo, y regresé cuando sabía que estaría dormida, porque generalmente se acuesta temprano.
Permaneció un rato con la mirada de quien tiene vacía de pensamientos la mente, y con voz apenas audible narró:
- Al despertarnos en la mañana me dijo que si volvía a llevar a nuestro hogar respetable otro material asqueroso como el de aquel vídeo me iba a poner el divorcio, y por eso estoy aquí.
-No te preocupes, hablaré con ella, y estoy seguro de que la convenceré de que debe abandonar su absurda decisión.
Me escuchó con cara entruñada, y su respuesta llegó de inmediato.
- Noo, nada de eso, es que como estudiaste Derecho, seguramente conoces algún buen abogado experto en divorcios al vapor para que me libere de esa mojigata que quiere quitarme la versión visual de lo mejor que Dios inventó, malvada, azarosa.
Sentí un ligero temor, porque mientras hablaba el morboso me estaba prodigando cortadas de ojos.
(Sociólogo y Escritor dominicano)
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