Pese a su condición de hombre casado, mi pariente tiraba de cuando en cuando una canita al aire, tomando siempre el cuidado de no comprometerse en una relación duradera con las mujeres con quienes disfrutaba sus placenteras infidelidades.
Cuando hizo su aparición el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida), el plurihémbrico se metió en miedo, convirtiéndose en un esposo modelo, a quien no le cruzaba por la mente la idea de desordenar sábanas de camas de moteles forcejeando con ocasionales compañeras sexuales.
Pero como verdadero adicto a los contactos carnales enloqueció de amor al conocer a una esplendorosa dama que bordeaba la peligrosa edad de los cuarenta años, y cuyos documentos consignaban su condición de soltera.
Debido a que llevaba más de siete años de absoluta fidelidad conyugal, consideró que merecía un premio, y ninguno mejor que disfrutar de una hembrota de piernas, fondillos y pechos generosos, y con reputación de honesta..
Recuperada su labia de seductor conquistó a la dama, y se alegró cuando esta le dijo que su ex – marido era de bajo coeficiente puteril, al que jamás descubrió en una jugada extraconyugal, y que ella no había tenido relaciones íntimas con hombres después del divorcio.
Los datos que le ofreció la atractiva mujer borraron de su mente el terror al sida, y los contactos eróticos se produjeron sin la protectora barrera de los preservativos.
Pero el miedo retornó al enterarse, por boca de un amigo, que la causa del divorcio de su amante fue que el esposo se enteró de que no era el exclusivo propietario de la anatomía de su cónyuge.
Como la fuente de la información le merecía crédito absoluto, rompió con la adúltera, y acudió donde un médico amigo, el cual ordenó una prueba de VIH al asustado feminófilo.
El día fijado para la entrega de los resultados en el consultorio del galeno, el hombre llegó con el rostro demacrado por las largas horas de angustia.
-Esta vez te libraste, pues los análisis no mienten- le dijo el médico al entregarle el sobre con el membrete del acreditado laboratorio.
-¡Gracias a Dios, y desde hoy en lo adelante sólo haré el amor con mi esposa! – exclamó el donjuanesco personaje!
- Nooo- exclamó el facultativo- es mejor morir de Sida que de aburrimiento.
Por MARIO EMILIO PEREZ
(Escritor y sociólogo dominicano)
2 comentarios:
si claro es bueno gozarse un mto pero cuando tenga el problema arriba aver si piensa igual
Ese Mario Emilio e un montro jjajajaj me guto me guto
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