Leyendo algunas de las historias del escritor costumbrista Mario Emilio Perez en su columna del periódico Hoy, me topé con una que muestra el porqué los malapagas se pueden salir con la suya en un paísito como este donde cualquiera es percibido como "Pobre Padre de Familia"...check it out:
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Parecido, no igual
Escrito por: MARIO EMILIO PÉREZ
Me dirigía hacia una librería a llevar ejemplares del primer volumen de mis Estampas Dominicanas, cuando un conocido se acercó, iniciando un largo monólogo acerca de sus penurias económicas.
Llegó a decir que le había cruzado por la mente la idea de poner fin a su vida, debido que en más de una ocasión había pasado un día entero sin echarle nada a su cavidad estomacal.
Me pidió que le facilitara libros para venderlos en algunas instituciones públicas y privadas, dividiendo beneficios, y accedí, porque su anatomía esmirriada otorgaba veracidad a su lamento hipopapémico.
El tipo me dejó enganchado, y se fue a vivir con un hermano, propietario de una pulpería en un pueblo del Cibao.
Cuando justamente encolerizado le conté a un amigo los pormenores del abuso de confianza, se convirtió en una especie de abogado de oficio del timador.
-Mario, dicen que hay dos clases de malapagas: los que pueden pagar, y no quieren, y aquellos que quieren, y no pueden, y quizás tu conocido pertenezca a estos últimos. Además, Dios premia a quien ayuda a su prójimo. Seguramente ese dinero que dejaste de ganar se multiplicará por otras vías. Ese hombre seguramente te bendijo cuando en su estómago cayeron los alimentos que tus libros le facilitaron. La satisfacción que nos genera una buena obra es mayor que la que proporciona el dinero. No le sigas dando mente a esa vaina; no te amargues la vida con cosas que no tienen tanta importancia.
Las razones esgrimidas por mi pana le quitaron la espoleta a la granada de mi ira, y me olvidé del fullero.
Poco después coincidí con el diestro defensor del sinvergüenza en un supermercado, y apenas habíamos intercambiado saludos cuando arremetió contra un amigo común.
- En el fuñío código penal de este paisito debería establecerse condenas de cinco años de prisión en adelante para los que no pagan sus deudas. Porque hay que carecer totalmente de escrúpulos para engañar a un viejo amigo con cuatro mil pesos, como hizo conmigo ese malditísimo delincuente. Pero cuando lo encuentre le voy a entrar a patadas. Ese dinero me lo gané trabajando, nadie me lo regaló. A veces dudo de Dios cuando veo que no les manda un cáncer a bandidos incumplidores de sus obligaciones como ese.
Volví la cara, fingiendo un acceso de tos para contener la carcajada, pensando que no es lo mismo la carne ajena que la propia.
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